Caza de Montaña, por Jesús Caballero
El concepto de “caza deportiva” “tiene la estructura gramatical de un “sintagma adjetival” que reúne dos palabras que en realidad son ideas filosóficas: CAZA Y DEPORTE.
Cuando hablamos de caza deportiva, nos referimos a una actividad exclusivamente antrópica, pues mientras el animal solo caza para comer, el homo sapiens puede hacerlo desde distintas perspectivas: radial (nutricional), circular (lúdico-recreativa, gestión, o DEPORTIVA) y angular (como ceremonial mágico-religioso).
En la caza deportiva, es decir antrópica y circular, nuestra tesis es que debe ser mímesis de la caza natural, donde dos sujetos operatorios en este caso hombre y animal, se enfrentan desde sus esencias, entendiendo estas como “aquello que constituye la naturaleza de las cosas” es decir el hombre deberá actuar como un “ser institucional” y el animal desde sus instintos que conserva cuando es “libre, silvestre y autóctono”.
Las instituciones son despieces de la cultura humana (no animal) dotadas de alta racionalidad, axiología (valores) y normativas. Solo el hombre se rige y limita por ellas, por eso definimos al homo sapiens, como “animal institucional”. Cuando el hombre caza dentro de las instituciones, es decir legalmente, y se enfrenta a un animal “libre silvestre y autóctono” es lo que definimos como “caza deportiva” o “caza sustantiva”, cuando por el contrario, lo hace fuera de las instituciones, aunque la presa reúna las condiciones referidas, la caza es “adjetiva”, en este caso la calificamos de caza furtiva, asocial, criminal, etc; y cuando cazador ejerce desde la legalidad, pero la fauna NO reúne las condiciones esenciales, vuelve a ser “caza adjetiva” en este caso calificada de (“preparada” , “bote “, “refuerzo”, “suelta” ,” cercón “, “granja “etc).
Cuando hablamos de “clase cazadora” estamos refiriéndonos a una actividad que filosóficamente pertenece a la lógica de clases, en este caso a una totalidad compuesta por todos aquellos animales que de modo estricto o circunstancial matan para comer, (salvo el hombre como ya se explicó); es decir lo que identifica a esta totalidad es una propiedad: la cazadora, y no la singularidad de sus elementos distributivos que pueden ser tan diversos como una mantis religiosa, un tigre de bengala o un cazador neoyorquino, TODOS “somos unitarios” de una misma “totalidad de proporción” o “distributiva” que es la cazadora.
El problema surge en la “homologación” de los elementos de esta clase, que por su condición distributiva se definen por “cánones y paradigmas” que tienen su correspondiente correlato semántico.
Cuando nos referimos a la caza deportiva de montaña, esta adquiere un valor “paradigmático” es decir modélico, pues el entorno en el que se desarrolla la actividad, reúne las condiciones de un “paradigma deportivo “que exige preparación, esfuerzo, determinación, constancia, resiliencia a los contratiempos, humildad ante el fracaso y también ante el éxito, unas dificultades objetivas que se acentúan con las limitaciones físicas derivadas del desnivel , las químicas de la altura ,los riesgos propios de los entornos alejados a la civilización, los orográficos, climáticos, etc, que explican la singular deseabilidad y prestigio que goza dentro del colectivo cinegético.
Por todo ello, la caza de montaña debe considerarse un “canon cinegético” pues sus esquivas zoologías cumplen los parámetros de pieza “caza sustantiva”, y a la vez ser un “paradigma deportivo”, por las razones que ya quedaron expuestas.
La prestigiosa cofradía Culminum Magister, resume esta idea en su epigramático lema:
“Silencio, esfuerzo y soledad”. Exacto.